
Al viajero que llega a Creta quizás le pueda interesar conocer un poco de historia y mitología de la isla que va a conocer.
A mediados del segundo milenio antes de Cristo la erupción del volcán de Santorini truncó el floreciente desarrollo cretense y pocas décadas después los Aqueos (artífices de la Civilización Micénica surgida en la península griega del Peloponeso) invadieron la isla, iniciándose un período de decadencia que se vio acentuado en el siglo XI a.C. con la invasión de los Dorios (portadores del hierro) procedentes también de Grecia, y así la isla pasó a formar parte del mundo griego, quedando dividida en ciudades-estados rivales. La decadencia de Creta fue «in crescendo» llegando en el siglo V a.C. a caer en el olvido histórico. Sin embargo la mitología griega concedió gran importancia a isla. El recuerdo de los reyes cretenses, de su potente flota, de sus inmensos palacios permaneció en la memoria de los griegos elaborando leyendas sobre el rey Minos, el Minotauro, el famoso laberinto de Dédalo, el valiente Teseo y su amada Ariadna….
El amor que los griegos sintieron por la isla de CRETA se manifiesta claramente al ser el lugar elegido, de toda la geografía helena, por la inteligente diosa Rea, esposa de todopoderoso Cronos, para ocultar y salvar la vida de su hijo Zeus.
Cronos, hijo de Urano (el cielo) y de Gea (la tierra) destronó a su padre asumiendo el Reino de los Dioses. Obsesionado por un oráculo que le vaticinó que sería destronado por uno de sus hijos decidió tomar cartas en el asunto, devorando uno tras otro a todos sus vástagos recién nacidos. Y así, primero Demeter, después Hades, Hera, Hestia, Poseidón fueron devorados por su desnaturalizado padre nada más nacer. Rea no podía aguantar más la situación y cuando dio a luz a su sexto hijo (al que llamó Zeus) se propuso salvarle la vida. Engañó a su divino esposo. Le entregó una piedra envuelta en pañales y Cronos, sin desconfiar, lo engulló. Rea eligió una profunda cueva del Monte Ida (la gruta de Diktéon Ándron) en Creta para ocultar al bebe. Allí fue amamantado por la cabra Amaltea (a la que posteriormente Zeus, como agradecimiento inmortalizaría en la constelación de Capricornio) mientras los Curetes (divinidades menores) bailaban, daban palmas y cantaban para entretener al niño y que sus llantos no llegaran a oídos de Cronos. La historia no terminó aquí. Zeus se hizo adulto y obligó a su padre a regurgitar el contenido de su estómago, liberando a sus hermanos.
Hoy sabemos que la civilización cretense no desarrolló una arquitectura religiosa y en consecuencia no erigieron templos para la adoración de sus dioses. El culto, los ritos se realizaban en parajes naturales, bien en las entrañas de la tierra, en «Santuarios-Cueva»; bien en lo alto de montañas y colinas, en «Santuarios en altura». Es curioso comprobar cómo la cueva Diktéon Ándron que tanta importancia tiene en la Mitología Griega fuera uno de estos Santuarios cretenses. En ella se ha comprobado que había un área pavimentada destinada a acomodar a los fieles y un altar recubierto con un enlucido y en una estalactita se halló un labrix (hacha de doble filo) en un nicho. No hay imágenes antropomorfas de la divinidad, sin embargo a menudo las estalactitas y estalagmitas eran objeto de veneración. En su interior se realizaban banquetes rituales y los fieles entraban en contacto con la divinidad. Se han hallado figuritas humanas (generalmente de bronce) siempre con las mismas poses, por lo que se supone que los fieles en los santuarios se sentían en presencia de la divinidad y experimentaban estados de alteración de conciencia. No es de extrañar, por ejemplo, acceder a Diktéon Ándron exige un considerable esfuerzo físico, primero para subir hasta la entrada de la cueva, pero después todo altera los sentidos: el aire frio y húmedo, la súbita ausencia de luz, el olor a tierra mojada, para después iniciar el peligroso y largo descenso al corazón de la gruta donde se practicaban los rituales. Si a esto le añadimos, la luz parpadeante y el humo de las antorchas, los cantos y la percusión repetitiva de instrumentos, es fácil imaginar que los participantes en los ritos sintieran que se comunicaban con la divinidad.
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