Los orígenes de El Cairo

El viajero que llega a El Cairo, para disfrutar de sus vacaciones,  seguramente desconoce que esta gigantesca y fascinante urbe hunde sus raíces en el mismísimo Egipto faraónico. Bajo el subsuelo del moderno barrio de Heliópolis (cercano al aeropuerto) estudios arqueólogos han demostrado la existencia de un importantísimo centro religioso al que los griegos denominaron “Heliópolis” consagrado al culto del dios solar Ra y al cual Herodoto hizo referencia. Tras la fundación de Alejandría (capital de la dinastía Ptolemeica), templo y ciudad quedaron marginados.

En torno al año 30 a.C. con la llegada de Octavio Augusto a Egipto, tras su victoria sobre Marco Antonio y Cleopatra, el futuro emperador de Roma, ordenó la construcción de un fuerte en las  proximidades de la ciudad egipcia de Heliópolis. El Fuerte de Babilonia (Qsar el Shamee) fue ampliado posteriormente por Trajano, Diocleciano y Arcadio (heredero en el 395 del Imperio Romano de Oriente).  Durante siglos la población egipcia halló refugio al amparo de sus murallas, edificando los cristianos coptos sus casas y sus iglesias, dando origen a lo que hoy se denomina “Barrio Copto” en el Viejo Cairo.

Tras la conquista de Egipto por los árabes en el año 642, Amr Ibn al-Ass, jefe victorioso del ejército del califa Omar (Califato Ortodoxo), fundó la ciudad de Fustat (al-Fustat), (“la tienda”) al Norte de la Fortaleza de Babilonia. Nació siendo un campamento y sus primeros habitantes fueron los soldados y sus familias. Amr Ibn al Ass pretendía que fuera la base de operaciones para la conquista de todo el Norte de África y para lanzar ofensivas contra el Imperio Bizantino. Al-Fustat próspero rápidamente gracias a la inmensa riqueza del suelo egipcio y a los impuestos que se aplicaron al intenso tráfico del Nilo, convirtiéndose en una importante ciudad. Fue el centro del poder de Egipto durante el Imperio Omeya (con capital en Damasco), que dominó el Califato islámico desde el año 660 hasta el 750. Escasos restos quedan de esta primera capital árabe, tan solo la mezquita de Amr Ibn al-Ass (totalmente reconstruida).

Cuando en el 750 los Omeyas fueron derrotados por los Abasidas, la capital del Califato fue trasladada de Damasco a Bagdad, y en Egipto al-Fustat fue reemplazada por al-Askar, situada ligeramente al Norte. Concebida principalmente  para albergar al ejercito, se diseñó siguiendo un patrón de cuadrícula y ostentaría la capitalidad desde el año 750 hasta el 868, cuando otro cambio se produjo en el poder. De este período es el Nilómetro construido por orden del califa abasida al-Mutawakkil (847-861) y situado en el extremo sur de la isla de Roda, toda una hazaña de ingeniería. El ingeniero constructor ancló la columna de las mediciones en medio de un profundo pozo y practicó aberturas para permitir la entrada de las aguas del Nilo y de esta forma cuantificar su crecida.

Bajo el Imperio Abasida un ambicioso gobernador, Ahmad Ibn Tulun (868 -884) hizo de Egipto su feudo independiente creando su propia capital, Qata’i (al-Qata’i), al Norte de al-Fustat, y su propia dinastía, “Tulúnida”, que se mantuvo hasta el 905, cuando un ejército de 10.000 hombres restauró la autoridad del Califato Abasi, arrasando al-Qatai, a excepción de la Mezquita de Ibn Tulun (s. IX), quedando único y fiel testigo del esplendor de la dinastía tulúnida. Esta bella y sobria mezquita aljama, único vestigio de al-Qatai, es la única que se conserva en su estado original en todo Egipto.  La capitalidad volvió a la antigua al-Fustat, otorgando el califa Al-Muktafi el gobierno de Egipto a la dinastía Ijshidí.

A mediados del siglo X la dinastía Fatimí, procedente del Norte de África y fundadora de un Califato opuesto al Abasida, conquistó Egipto, creando una nueva capital, al Norte de al-Fustat, a la que llamaron al-Qahira (la Victoriosa), nombre que más tarde los comerciantes europeos convirtieron por deformación en El Cairo, que se convertiría en centro administrativo y militar del Califato Fatimí y que sobresalió por sus logros culturales, su urbanismo y su tolerancia con otras religiones (a excepción del califato de Al Hakim). Desde al-Qahira, los fatimíes desplegaron una activa diplomacia y una política mercantil que perduraría en Egipto durante toda la Edad Media. Sus contactos llegaron desde Al-Andalus hasta la India y establecieron rutas comerciales que afectarían en comercio abasí. Desde el 969 al 1171 el Califato Fatimí conoció un período de esplendor económico y gran florecimiento artístico, que se materializó en su intensa actividad constructiva de su capital al-Qahira.

Sin embargo la ciudad de Fustat (al-Fustat) no se desvaneció con la llegada del Califato Fatimí, ni la fundación de su capital, siguió siendo un importantísimo centro comercial, capital de Egipto en términos de poder económico y administrativo. Al-Fustat durante siglos, desde su fundación a mediados del siglo VII y hasta su destrucción a mediados del siglo XII, y bajo distintos poderes: omeya, abasida, tulúnida y fatimí,  siguió creciendo y prosperando gracias a su intenso comercio y a la producción de cerámica y vidrio. Las descripciones de los viajeros del siglo X hablan de jardines públicos, de iluminación en las calles, de edificios de 7 pisos de altura, de bulliciosos zocos repletos de mercancías, y en el año 1168 la ciudad contaba con una población de 200.000 habitantes. Era una de las ciudades más ricas del mundo.

Esperamos que los viajeros interesados en los comienzos de la historia de El Cairo visiten la WEB de Viajes Próximo Oriente para conocer los circuitos que les ofrecemos.

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